El miércoles pasado fue el esperadísimo concierto de Hot Chip, a quienes ví este año en Glastonbury (online sipo, no alcanza el presupuesto para ir a Inglaterra) y supe que tenía que ir a unos de sus conciertos alguna vez en mi vida. Cuando club fauna anunció su venida, no lo podía creer, estaba pasando. El primer día ya tenía mi entrada, después esperar tres meses para verlos. Los días previos fui puras ansias. El día mismo, quería que las horas pasaran lo más rápido posible para estar dentro del Teatro Caupolicán y que la magia comenzara. Sucesos previos acontecieron, los que no vale la pena mencionar. Cuando llegamos ahí y pasaron los millones de teloneros (Gepe, James Yuill), se apagaron las luces y los gritos se oyeron, el show comenzó, la pista de baile se armó y los beats se edeñuaron de mi cuerpo.
El show de Hot Chip es otra cosa, no necesitan de fuegos artificiales ni menos tirarse a la audiencia para hacerlo bien, es que son secos en lo suyo, es que hacer música y se nota en la calidad de las canciones. Para mí el momento más alto fue One Life Stand, la esperaba con ansias y obvio, grité un montón. Lo más raro, fue la versión de Ready For The Floor,que fue mucho más lenta.
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