Ese día lo esperaba impaciente, mi calendario se llenaba de tachas a medida que lo veía venir. Siempre fantaseé de las más increíbles maneras sobre si llegaría aquel momento y cómo sería. Lo creé de una y mil maneras en mi mente, tantas que hasta pretendí que de verdad había pasado. Nunca fue así.
El sólo pensamiento de verlo llegar provocaba en mi las más increíbles reacciones, como una quinceañera cualquiera -no es que sea vieja, por el contrario soy harto pendeja para mis cosas- sentía como las mariposas se apoderaban de mi estómago y como de improviso mis manos temblaban, así como poseída por el parkinson. Todo era de nuevo en colores, así como cuando se ilumina la pantalla con colores cálidos en la película "A single Man" de Tom Ford. Su sola presencia era inspiradora, así como vivir en eterna primavera, con las hormonas revueltas. Pasaron las semanas y nunca me atreví a esbozar más que un tímido hola, ¿cómo estás?. Me reclame mi intrínseca timidez.
Un día ya no seguí tachando mi calendario, un día lo ví llegar y ya nada me provocaba, hasta su voz me molestaba. Si alguna vez consideré que era lo mejor, ahora ya no importaba. Busqué por todas partes ese sentimiento que no quería perder, porque de cierta manera me hacía sentir viva, en conexión conmigo misma, así como hace mucho tiempo no me sentía. La búsqueda no dio frutos. Ya no había nada que hacer. Así como apareció de improviso se desvaneció sin previo aviso. Traté de encontrar explicaciones lógicas, pero no las hubo.
Un día sin querer miré el calendario y una revelación vino a mi mente. ¿Ya no es Diciembre?, ¿Es que acaso la primavera se fue?
Lección: nunca creer en la primavera.
0 Escupitajos:
Publicar un comentario